Hace dos años me sometí a una histerectomía total (útero, cuello del útero, ovarios y trompas de Falopio). Ya os conté en este artículo mi experiencia postquirúrgica, así que no voy a incidir más en ello.
Pero de lo que sí quiero hablaros hoy es de uno de los tantos síntomas que han ido apareciendo desde la operación. Mi menopausia ha sido muy brusca, ya que no he tenido un proceso previo en el que mi cuerpo fuera perdiendo estrógenos y progesterona lentamente, sino que todo sucedió de golpe.
¿Qué ha pasado? En mi caso, he tenido sofocos muy intensos, ansiedad, insomnio, sequedad vaginal, cambios en la piel… pero muy especialmente unos dolores que no se los deseo a nadie.
Y seguramente estaréis pensando que los médicos me habrían hablado de todos estos posibles problemas. Pues NO —en mayúsculas—. Lo único que se me dijo fue: “Bueno, cada mujer es un mundo. Hay quien pasa por la menopausia y ni se entera…” Pues mira por dónde, la mía de puntillas no ha pasado ni está pasando.
(También quiero aclarar que no todas las mujeres que se someten a este tipo de intervención tienen los mismos problemas que yo. En mi caso, se suma el hecho de que cuido de mi madre, que tiene una demencia vascular media a sus 89 años, y eso no ayuda).
Los primeros síntomas de ese dolor comenzaron a los pocos meses de operarme, en verano. Las primeras zonas afectadas fueron mis manos (lo achaqué a que llevo 19 años escribiendo en el ordenador durante muchas horas). Después fue la espalda. Pero no la zona lumbar o cervical… no: toda enterita. Al poco tiempo, le tocó el turno a las piernas y caderas, y así sucesivamente. No sé si se ha salvado alguna parte de mi cuerpo de experimentar dolor.
Como en la consulta del médico y la ginecóloga no me daban explicaciones lógicas, me busqué la vida para encontrar información. Y fue entonces cuando descubrí que lo que estaba viviendo tenía nombre y apellidos: síndrome musculoesquelético de la menopausia.
Y ahora viene cuando os ponéis ojipláticas pensando: “¿Qué es eso?” Tranquilas, que os lo explico todo.
¿Qué es el síndrome musculoesquelético de la menopausia?
Aunque no lo escuches en las consultas médicas con frecuencia, este síndrome existe y afecta a muchas mujeres, especialmente tras una menopausia quirúrgica como la mía. Se trata de un conjunto de síntomas que aparecen cuando los niveles de estrógenos caen bruscamente, y el cuerpo —que también depende de esas hormonas para mantener músculos, articulaciones y huesos en equilibrio— empieza a resentirse.
Este síndrome puede incluir:
Dolor muscular y articular generalizado
Rigidez al despertar
Sensación de “cuerpo pesado” o inflamado
Pérdida de fuerza o masa muscular
Mayor sensibilidad al frío o al calor
Fatiga persistente
En mi caso, el dolor comenzó en verano, y con el tiempo he notado que el calor lo intensifica. ¿Por qué? Porque el calor dilata los vasos sanguíneos, altera el sueño, y puede aumentar la inflamación. Y si a eso le sumamos el estrés emocional, el cansancio acumulado y la falta de descanso profundo… el cuerpo se queja, y con razón.
🌞 Cómo alivio el dolor corporal en verano tras la menopausia quirúrgica
El calor no solo me agota: también intensifica el dolor. Por eso he ido creando pequeñas rutinas y gestos que me ayudan a sobrellevar los días más duros. No son soluciones mágicas, pero sí herramientas que me devuelven algo de bienestar y autonomía.
Aquí os comparto lo que me funciona:
Hidratación constante. Agua fresca, infusiones suaves (como la infusión relajante PAZ INTERIOR de Replantea), y a veces agua con limón y una pizca de sal marina para reponer minerales.
Ropa ligera y amable con la piel. Algodón, lino, tejidos que no aprieten ni irriten. Evito el negro y los sintéticos, que me hacen sudar más.
Ejercicio suave y consciente. Caminatas lentas en la cinta, estiramientos en casa, o movimientos adaptados que no me exijan más de lo que puedo dar. Además, he creado un tablero en Pinterest donde comparto los ejercicios que realizo cada día para aliviar el dolor y mantenerme activa. Son movimientos suaves, adaptados a mi energía y pensados para mujeres en menopausia quirúrgica, pero que se pueden hacer igual si estáis pasando por una menopausia no quirúrgica. Podéis verlo aquí:
Visualizaciones y respiración profunda. Cuando el dolor me supera, cierro los ojos e intento realizar alguna meditación guiada de 5 minutos. Acompaño con respiraciones lentas, como si me abrazara desde dentro.
Espacios de expresión emocional. Escribir, hablar con mi pareja, o simplemente reconocer lo que siento sin juzgarme. El dolor físico y el emocional están muy conectados.
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